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El presidente Petro de Colombia, de obscuro pasado y de antecedentes nada santos, tuvo la impertinencia de entrometerse en los asuntos internos del Perú, emitiendo juicios de valor absolutamente falsos, en que denostando a nuestro actual Gobierno, aplaudía al vacado presidente Pedro Castillo, a quien pese a su torva, complicada y corrupta actuación, llamaba a la ciudadanía peruana para que lo repusiera en el cargo.
Ante la injerencia de Petro en los asuntos peruanos que no le competen, evidentemente transgredió el principio de no intervención que propugna el multilateralismo, específicamente las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos (OEA) y diversas otras organizaciones afines a las que pertenecen Colombia y Perú.
Evidentemente, ante la cuestionable actitud de Gustavo Petro, el Perú no podía ignorarla y menos aceptarla con su silencio, por lo cual la Presidenta de la República, que conduce las relaciones exteriores peruanas con apego a nuestra Constitución, aconsejada y secundada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, ha retirado a nuestro embajador ante la hermana república de Colombia, en claro rechazo de las expresiones de su mencionado presidente.
El retiro de nuestro embajador no significa de modo alguno el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Perú y Colombia, sino bajar el nivel de las mismas, ya no al rango de embajadores sino de encargados de negocios, aunque manteniéndose el intercambio de cónsules, cuyas funciones no son diplomáticas sino para la atención de asuntos vinculados a trámites de ciudadanos tanto colombianos como peruanos, legalización de documentación, facilitación del comercio y diversas otras funciones, que son complementadas con las oficinas comerciales.
La respuesta del Perú a la actitud nociva del Presidente Petro, de modo alguno va contra los hermanos colombianos, con los que hay una relación amical de décadas, además de muchos intereses comunes. Simplemente se circunscribe a una llamada de atención a su gobierno.
Ojalá el Presidente Petro varíe de actitud, puesto que Colombia y Perú tienen muchas cosas en común, comenzando por un creciente intercambio comercial, la participación de ambos países en la Comunidad Andina así como en su Tribunal y Parlamento, sin olvidar que ambos formamos parte de la Alianza del Pacífico que en un inicio estuvo integrada por países con la misma direccionalidad económica, como en aquel entonces eran Chile, Colombia, México y Perú, siendo deseable que todos ellos volvieran a la senda de su desarrollo que sin lugar a dudas fomenta el mayor empleo.
Participan también en organismos dependientes de la OEA como es la Junta Interamericana de Defensa y el Comité Interamericano contra el Terrorismo, sin olvidar una frontera entre ambos países de más de 1600 kilómetros, de los cuales aproximadamente 1246 kilómetros lo constituye el Río Putumayo, que es navegable y que requiere especial cuidado, ante el pase irregular de ciudadanos de esos países en ambas direcciones, fomentando el tráfico de drogas, sin olvidar las acciones de violencia terrorista.
Lo señalado demandará la continuación de la relación recíproca entre las Fuerzas Armadas y Policiales de ambos países, para enfrentar el narcoterrorismo en la frontera común.