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Por Antero Flores-Araoz
En artículo anterior titulado “Abran los ojos”, exhortábamos a quienes se dejan llevar a la violencia por instigadores, a no hacerles caso alguno, así como comprender que la violencia no solamente no arregla nada, sino que adicionalmente agrava los males.
Decíamos que la toma de carreteras, incendiar instalaciones públicas, destrozar emprendimientos privados y otros delitos, lejos de solucionar la falta de oportunidades para todos con la elevación de sus niveles de vida, lo que genera es más pobreza, que por supuesto afectará a quienes menos tienen.
Los que irresponsablemente obedecen a los predicadores del terror, son los que más pierden pues normalmente viajan por carretera en vehículos públicos, mientras que los que más tienen lo hacen en vehículos propios y pueden escoger otras rutas, o simplemente toman un avión. Los que encuentran los mercados vacíos por falta de productos alimenticios del agro, no podrán ingerirlos, aunque ello probablemente no ocasionará mayor molestia a quienes están debidamente abastecidos con alacena y refrigerador llenos. Esto solo para dar algunos ejemplos.
Pero hay algo que no se dice o se habla poco de ello y, es el tema de la desconfianza. Cuando los inversores observan violencia e ineficiencia del Estado para enfrentarla, pierden la confianza en el país, dejan de invertir y buscan otras latitudes y, ello porque los capitales no tienen ni nacionalidad ni religión, ellos migran a donde son bien tratados.
Se preguntarán, ¿si los inversores se perjudican? claro que si, pero en menor rango que los trabajadores, pues estos últimos perderán su empleo, siendo por la desconfianza dificultoso que encuentren otro emprendimiento donde laborar. En resumen y para graficarlo: con menos empresa por falta de inversión = menos fuentes de trabajo, o sea los violentistas revientan en mayor grado a los menos favorecidos.
Lo expresado debería ser difundido y repetido hasta el cansancio, para que no existan incautos que se dejan llevar por los falsos discursos ofreciendo el cielo pero caminando hacia el averno, pues los países que cayeron en los ofrecimientos ampulosos, mentirosos e irreales, como Cuba, Nicaragua y Venezuela, sabemos en que terminan, huyendo sus connacionales a otras países en búsqueda de un mejor futuro. Recordemos, al Perú ingresaron más de un millón de venezolanos y no queremos que los peruanos cojan sus bártulos y migren buscando las oportunidades que la dictadura no les dará en nuestra patria.
Albert Einstein decía que “Somos arquitectos de nuestro propio destino” y no le podemos echar culpa, si la candidez nos llevar a creerles a los promotores del mal. El mismo sabio también decía que “Dos cosas son infinitas, la estupidez humana y el universo, y no estoy seguro de lo segundo”. Hagamos algo para enfrentar tal adagio y demostremos que no pueden hacernos estúpidos siempre y que podemos rebelarnos a los apóstoles de la muerte y destrucción.
Tenemos que recobrar la esperanza en nuestro país, y seguir el consejo del Santo Padre: “No se dejen robar la esperanza”.