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Por Antero Flores-Araoz
Después de más de dos años de estudios escolares a distancia, esto es no presenciales y de la época en que se conjugó lo digital con la asistencia personal de los educandos, se reinician en este año lectivo las clases presenciales en su totalidad.
Los padres de familia tendrán que afrontar nuevamente los gastos de transporte de los alumnos, que se habían suspendido en la pandemia, así como también solventar los uniformes y calzado -que durante la pandemia no fueron necesarios- así como también la integridad de los útiles escolares que las instituciones educativas dispongan.
Durante la pandemia, entre pérdida de empleo y suspensión de la relación laboral, han quedado miles y miles de personas sin trabajo, teniéndose que “recursear” para satisfacer las necesidades del hogar. Incluso, hasta los sectores informales de la economía nacional han sufrido notorio desmedro.
Lo antes expuesto se ha agravado considerablemente, como consecuencia de la interrupción de carreteras, marchas violentas, atentados contra establecimientos comerciales con cierre de sus locales e innumerables actos vandálicos bajo el pretexto del ejercicio del derecho a la protesta, que, aunque sin motivaciones justificables, debería ser en forma pacífica y sin armas.
Seguramente el apreciado lector de esta columna se preguntará ¿a dónde voy con todo lo expuesto? Y la respuesta es bastante simple, a levantar mi voz por los padres de familia que no tienen como hacerlo y son prácticamente esquilmados al tener que pagar útiles y textos escolares en demasía.
El reproche no va contra los establecimientos que comercian tales bienes, sino por la cantidad excesiva y abusiva de ellos que ordenan los colegios y escuelas, hasta disponiendo que se adquieran por todo el año y, algunos ya sin rubor “sugiriendo” que se compren en determinado local comercial o librería.
Esta columna acaba de ser preparada luego de haber visto con indignación en un programa televisivo noticioso, modestas personas en el Jirón Andahuaylas, mostrando en los comercios la lista de útiles para niños que recién se matricularán en educación inicial, esto es en los “nidos” y “jardines de la infancia”. Solo los útiles costaban como quinientos soles y, ello sin agregar textos escolares, como tampoco los uniformes y zapatillas de deporte.
Se imaginan los sacrificios que tendrán que hacer los pobres padres de familia, muchas veces desempleados y con varios hijos, para poder pagar todo lo que los irresponsables colegios y escuelas piden. La lista contenía infinidad de lápices de colores, plumones y sabe Dios que más. Deberían llevar a la escuela más lápices de los que seguramente utilizaba el gran artista plástico don Macedonio de La Torre para preparar sus bocetos.
Señores directores de los centros educativos, recuerden que los padres de familia no tienen “bolsillo de payaso” y ni siquiera les han hecho la conocida pregunta: ¿Y te sobra la plata?
Ya es hora qué se actúe respetuosamente y se deje de esquilmar a los ya sufridos padres de familia.