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Muchísima gente se ha acostumbrado a los quejidos y lloriqueos, debido a las acciones y omisiones del gobierno que está de turno, en cualquiera que sea su nivel, esto es el nacional, el regional y el local.
No importa ni el talante de los gobernantes como tampoco la inclinación de los gobiernos. Inspirados en la brújula hay gobiernos de centro, de derecha y de izquierda y, relacionándolos con ideología podríamos decir que hay liberales, conservadores, populistas, social cristianos, social demócratas y comunistas, entre tantos otros.
Los reclamones siempre se quejarán cualquiera sea la inclinación o ideología de los gobernantes, nunca estarán satisfechos, por cierto, algunos su fastidio será motivado y perfectamente comprensible, pero en otros casos la queja es por costumbre insana y sin fundamento.
Expresarán su molestia e indignación porque el gobierno no hace lo que ellos piensan, también porque realiza acciones que van contra sus conveniencias, creencias y también principios. Ciertamente, con razón o sin ella siempre expresarán su fastidio y mortificación.
La queja por la queja es su actitud permanente, pero no hacen examen de conciencia que existe el gobierno que critican porque no fueron a votar, porque prefirieron pagar una multa antes de desplazarse al local de votación, porque no podían dejar su playa, porque había cola y se regresaron a sus casas, porque llegaron tarde y la mesa de sufragio ya estaba cerrada y así podríamos seguir hasta el cansancio.
Pero la omisión más grave, no está dentro de las antes relacionadas como ejemplo, se encuentra simplemente en no participar en la política y dejar que terceros los sustituyan, hasta algunas veces con menos conocimiento y preparación. Uno tiene que participar y hacerlo con responsabilidad, dejando la queja de lado, expresando sus ideas, sus esperanzas, sus requerimientos e incluso dejando el disfraz de revolucionarios de WhatsApp colectivos que poco convencen. Participar, pero en serio, con compromiso y sin solamente llenar sus tiempos libres con mensajitos quejumbrosos y sin mayor sentido.
Charles De Gaulle decía que “He llegado a la conclusión que la política es un asunto muy serio para dejárselo a los políticos”. Frase instructiva pero quizás exagerada pues hay políticos serios como también de los otros, y para que estos últimos no perturben, insisto, hay que entrar activamente en la sana política, pues cuando se dejan espacios vacíos ellos se llenan con lo que hay que no necesariamente es lo mejor de la vidriera.
La política tiene sus duras y sus maduras, no es lecho de rosas ni nada que se le parezca, genera algunas satisfacciones, pues ciertamente, pero muchas frustraciones, incomodidades, sacrificios personales y familiares.
Para ocuparse de la sana política hay que sacrificar muchas veces el tiempo del descanso, de las reuniones de familia, de los momentos de compartir las inquietudes y también los éxitos de los integrantes del núcleo familiar. No es de modo alguno fácil, pero hay que hacerlo para no quejarse por gusto y acusando a terceros por sus acciones, cuando uno simplemente estuvo ausente.