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Gracias a la irracionalidad de los electores en los comicios del 2021, hemos tenido cerca de año y medio, al peor gobierno -mejor dicho, desgobierno- de la Historia del Perú, que sumado a sus imperdonables defectos se evidenció galopante corrupción, desde los más bajos a los más altos niveles del Estado.
Como lo señalado anteriormente no fuese poco, desde el mismo 7 de diciembre en que se produjo el sorprendente e infructuoso golpe de Pedro Castillo, se han realizado supuestas protestas sociales, que en la realidad han sido pretextos para arremeter contra las fuerzas del orden, vandalismo, interrupción de carreteras, impedimentos para transitar, daños a propiedad pública como privada y, lo que es peor, decenas de fallecidos y heridos, hasta quemaron vivo a un policía y emboscaron y mataron a patrullas policiales y militares. El objetivo de todo ello es generar el caos y emprender el suicida camino hacia el rojerío comunista.
Desde el frente externo, gobernantes y políticos de México, Nicaragua, Venezuela, Colombia y Bolivia entre otros, se regocijan diciendo que Pedro Castillo no fue vacado, sino expulsado de la presidencia desde un golpe de autoría congresal. Esta falacia, deplorablemente sin respuesta contundente desde el Estado Peruano.
Todo lo expuesto demandaba una contestación firme desde el Estado, que penosamente no se ha dado y que más allá del blablablá oficial, quedó en muchas promesas con nulas realizaciones, con el resultado que hay desconfianza de los inversores, lo que llevará a una menor oferta laboral, ergo el desempleo aumentará.
Como corolario y para agudizar la anómala situación antes relacionada, nos llega otro “Fenómeno del Niño Costero”, con el plus del ciclón Yaku, con desbordes de ríos, colapso de represas, inundaciones de poblados enteros, pérdida de vidas, ganado y cultivos, serios daños a infinidad de actividades económicas y laborales, muy probable escasez de alimentos y subidas de precio y, además, tener que arreglar y reconstruir lo dañado, que como sabemos es muy oneroso.
Si bien es verdad que el Fenómeno del Niño, al igual que el de la Niña, son recurrentes y que por ello lo soportamos periódicamente, lo muy penoso es que nuevamente no hayamos estado preparados, pese a la inmensa cantidad de recursos económicos que han sido empleados, supuestamente para prevención.
En el anterior Fenómeno del Niño acontecido en el año 2017, y teniendo pésimas experiencias de anteriores catástrofes naturales, se creó por Ley 30556 la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, en el ánimo de concentrar las tareas de rehabilitación, reconstrucción, reposición y construcción de la infraestructura de uso público dañada. Hoy podemos verificar que no todo lo realizado cumplió con los objetivos de prevención y que nuevamente tenemos que lamentar el no haber sido precavidos.
Los errores son también recurrentes, tan es así que la destrucción por el sismo del sur medio en el 2007, aún no se termina de superarse.
Todo lo descrito tiene que llevarnos a revisar lo realizado para encontrar correctivos y no volver a tropezar con la misma piedra, como sucede repetidamente, sin olvidar la corrupción.